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EL CONSUMIDOR COMO PRIORIDAD: UNA MIRADA A LA REESTRUCTURACIÓN ECONÓMICA POSTFORDIANA

Comenzando con la organización económica post – Fordiana, recordando las dos primeras fases del consumo: I Segmentación del mercado, II Redescubrimiento del cliente, y por último, la III fase: la apertura de espacios de internacionalización de la que hablare con más énfasis; esta etapa se caracteriza por haber reestructurado las etapas económicas como los modos de producción, de llegar al consumidor y el de la distribución que no serían más que resultados de la globalización del mercado y de la salida de la escena económica de los estados, provocando una desregulación del mercado.


Mientras que en la I y II fase se afianzaban las prioridades del mercado teniendo por primera vez al cliente como razón de ser, afianzando la internalización de los mercados que se vería normalizada en la fase III cambiando los espacios económicos y cumpliendo la definición de mercado más al pie de la letra, los espacios mercantiles no solo serían físicos; sitios ubicados en el internet como AmazonAlibaba o Mercado Libre, se volverían espacios de la satisfacción hedonista del consumidor, acelerando en el imaginario del individuo la idea de necesidad, pues la figura de salir de casa para poder adquirir un producto ya no estaba presente, y cómo la individualización dentro de los  matices del ser humano hubieran sido consumadas, mientras que a mediados de los años 40 y mediados de los años 70, el fenómeno de consumo era colectivo apelando si se quiere al “American lifestyle”; la casa, la tv y el equipamiento del hogar, ahora nuestro imaginario no apela más a las necesidades consumistas colectivas, si no que ha terminado con ellas convirtiéndolas en exclusivas de nuestro hedonismo.


Y para ello, se debe conocer bien al consumidor como actor social individual, pues la producción en serie a la que la industria nos tenía tan acostumbrados, se vuelve obsoleta e insuficiente, ahora se necesitan productos de variedad que puedan satisfacer a ese consumidor de un universo de necesidades e imaginario exclusivo y así poder dinamizar el consumo, es así como la variedad se multiplica y la individualización se dinamiza, cambiando el “establishment” del testeo de las empresas que, tienen que colocar un producto a la venta durante un periodo de prueba e ir acomodándolo al consumidor, cuando antes era todo lo contrario.


Lo más fascinante del cambio del consumo durante la III fase es la competencia, que ya no se vería manifestada entre marcas que denotarían status, sino en la competencia de estas entre los productos “low cost” o de bajo precio, que básicamente tienen una calidad no tan distinta a las marcas que ya conocíamos, un ejemplo de ello es la aparición de la cadena de productos Bells que es en precio, más accesible que los productos de la empresa Nestlé y las dos coinciden en algunos nichos comerciales como lo es la producción de lácteos. Ahora, este fenómeno del “low ost” para el consumidor resulta ser un símbolo de inteligencia al comprar, una habilidad estratégica para el ahorro, pero recordemos que el tiempo nos sitúa en una realidad en donde el futuro es incierto y es constantemente trastocado desde los cimientos más estables de la sociedad; para esta generación el futuro es ahora y ese ahorro se convierte en un plazo de espera corto para poder satisfacer las necesidades más banales, bajo el principio de la existencia transitoria y de la felicidad más hedonista.


En otras palabras, puedo escatimar en comida, pero no en un celular. Básicamente la concepción del nuevo individualismo (hiper - individualismo) el pensador francés Gilles Lipovetsky, pone el acento en una de las características más importantes del tiempo hiper moderno: lo paradójico. El desarrollo de una cultura PSY (incremento del factor "psicológico"), el acceso democrático al lujo, y el hiperconsumo han provocado grandes desequilibrios internos en la relación del individuo consigo mismo.


Para que las grandes marcas puedan competir con aquella nueva variedad de productos “low cost”, estas deben elaborar estrategias de marketing con la intención de impregnarse en esa población individualizada, pues ya no solo se trata de liderar las ventas en un determinado nicho, sino hacer que este público consumidor sea un consumidor asiduo, sino que tienen que apelar al sentimiento del individuo un capitalismo emocional si se quiere, así como en algún momento lo hizo la marca Inca Kola posicionándose como la bebida nacional de las manos de una mujer vestida de ñusta en una de sus publicidades, se tiene que asegurar que se ame la marca y que por supuesto sea un artículo que no valga su precio por sí mismo, sino, que sea un valor simbólico para nuestro pobre imaginario, porque por alguna razón siempre nos sentiremos mejor con un Chanel N° 5 que un Heno de Pravia, porque creemos que nos da valor agregado como seres humanos y lo peor de todo, creemos que nos da valor agregado por encima de los demás; así mismo es venderte una experiencia mediante un producto, destapa la felicidad nos dice el eslogan de Coca Cola.


El consumidor como prioridad
Foto de Oleg Magni en Pexels


Y teniendo ahora, ya en la III fase del capitalismo; la variedad de productos que tenemos nace la libertad del consumo, esa que nos empuja a comprar con el privilegio de escoger entre todas esas experiencias, aventurados en pasillos llenos de productos que ocupan quizás un mismo nicho comercial pero que nadie más que nosotros lo coge y lo pone en el carro de compras, pues en nuestro imaginario nadie nos está vendiendo, nosotros estamos comprando, ese autoservicio que nos hace despersonalizar aún más el intercambio comercial y que individualiza aún más nuestras necesidades, bajo el rezago  de ese culto al bienestar material y el placer inmediato, pues la verdad es el presente y ¿Por qué no gozarla si se tienen las posibilidades? Suena como el “you only live once”, el solo se vive una vez, pero dentro de nuestra razón tiene sentido y desde mediados de los años setenta así es como vemos el mundo y tiene sentido, el placer es una pulsión irracional del ser humano según el antropólogo Stevan Todorov y por qué no, todo a mil kilómetros por hora, porque hacemos colas para la primera entrega de un nuevo celular convirtiéndonos turbo consumistas.

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